Montenegro y su par de Pinamar, Martín Yeza, privilegiaron la relación con la Provincia. La confrontación por las restricciones nocturnas la ejercieron legisladores afines. Distintas visiones sobre la temporada. Y un debate en ciernes sobre la educación.
Por Ramiro Melucci
–Yeza, ¿está de acuerdo con la medida?
–Existe y ahora hay que trabajar para cumplirla.
La respuesta del intendente de Pinamar a la consulta sobre las restricciones nocturnas dispuestas por la Provincia es una muestra cabal de la decisión que tomaron los intendentes opositores: mantener la convivencia con el gobierno de Axel Kicillof a pesar de las diferencias que hay sobre las definiciones vinculadas a la temporada.
Lo dijo a la salida del encuentro del gobernador con los jefes comunales de la costa atlántica en el centro cultural de Santa Clara del Mar. Lo mismo hubiera contestado Guillermo Montenegro, que en la reunión de la semana anterior había tomado distancia de la limitación horaria de 1 a 6, pero en los hechos Mar del Plata acató y controló desde la noche en que la medida entró en vigencia.
De allí que el jefe de Gabinete bonaerense, Carlos Bianco, hablara de “matices” cuando le preguntaron sobre cómo habían recibido los intendentes la restricción. El funcionario, mano derecha del gobernador, hizo una distinción entre la oposición con responsabilidades de gestión (los intendentes) y la que no las tiene (los legisladores y las autoridades partidarias). Mencionó, puntualmente, las críticas del macrismo duro.
En ese escenario no se aprecia nada diferente a lo que se veía en el comienzo de la pandemia, cuando comenzaron las medidas de aislamiento. El asunto es que este año hay elecciones de medio término. Razón suficiente para que los discursos tiendan a endurecerse.
Las señales están a la vista. Diputados provinciales que responden a la ex gobernadora María Eugenia Vidal, como Alex Campbell y Sergio Siciliano, manifestaron una férrea postura en contra de lo que definieron como “el toque de queda de Kicillof”. Los que conocen la dinámica interna de Juntos por Cambio no dudan que los intendentes de ese signo político estaban al tanto del tono que iban a tener las declaraciones. Los legisladores venían a decir lo que ellos no podían.
Por caso, ¿qué margen tenía el intendente para desacatar una decisión semejante a la que su referente político, Horacio Rodríguez Larreta, tomó en territorio porteño? Ninguna. Por eso la imposibilidad de ejercer una oposición fuerte no solo aludió a la necesidad de mantener la relación de trabajo con la Provincia, sino también a ese tipo de “matices” internos.
Este año hay elecciones de medio término. Razón suficiente para que los discursos políticos tiendan a endurecerse.
En el oficialismo nacional y provincial también los hubo. En primer lugar, con las discrepancias que se ventilaron sobre cómo se iban a implementar las restricciones. También en el hilo discursivo. “Los que más se descuidan son los jóvenes”, dijo el presidente Alberto Fernández el 3 de enero en Chapadmalal. “Es mentira que los jóvenes son el problema”, aclaró Kicillof la semana pasada, en un mensaje que habría buscado no herir susceptibilidades en un segmento crucial para el Frente de Todos.
La discusión de fondo es otra. Kicillof y su equipo remarcaron en Santa Clara que, en este contexto atravesado por la pandemia, hay que estar agradecido a la posibilidad de que haya temporada. “No es la que nos gustaría, es la posible”, postuló. El oficialismo doméstico empieza a rebatir esa teoría: desliza que algunos de los motivos de la baja cantidad de turistas también hay que buscarlos en la incertidumbre que se generó y le atribuye a la Provincia. La concejal radical Cristina Coria lo dijo sin eufemismos. El secretario de Producción, Fernando Muro, fue el funcionario de Montenegro que más se arrimó en declaraciones públicas.
El otro debate que perdura es el vinculado a las vacunas. El jefe de gabinete bonaerense negó discriminación en el reparto que hizo la Provincia. Tras la llegada de la segunda partida de 900 dosis, el gobierno municipal retiró el pie del acelerador que había tocado el intendente en la discusión sobre si son muchas o pocas, pero se alineó a la postura de Acción Marplatense respecto a la necesidad de utilizar los centros de salud municipales en el plan de vacunación. “No hacerlo –coincidieron en el Ejecutivo– es una locura”.
Montenegro, con Puglisi en el jardín municipal 8. Pidió clases presenciales.
El mapa nacional suele adelantar discusiones locales. Hay que prestar atención a la controversia que se desató sobre el regreso de las clases presenciales. El gobierno de Alberto Fernández se pronunció a favor de que eso ocurra, pero dejaría que cada gobernador decida la forma de la vuelta a las aulas.
Después de recuperarse del Covid, Horacio Rodríguez Larreta ratificó que en la Ciudad de Buenos Aires el ciclo lectivo presencial arranca el 17 de febrero. Pero los gremios dudan: por la falta de infraestructura en las escuelas y el incremento de contagios, una dirigente de Ctera llegó a comparar lo que podría pasar en un aula con una fiesta clandestina.
Mauricio Macri ya había recalentado el debate cuando llamó a “abrir las escuelas” y dijo que los gremios son “portavoces de las excusas del Gobierno”. Hubo filas para responderle, con el ministro Nicolás Trotta a la cabeza. Pero Juntos por el Cambio se abroquela detrás del reclamo: los senadores presentaron un proyecto de ley para declarar a la educación como “servicio público esencial”.
En Mar del Plata la disputa está en ciernes. El gobernador se muestra partidario de la presencialidad, pero la condiciona a la situación epidemiológica. Entre fines de octubre y principios de noviembre ya comenzaron las clases en 26 municipios tras una evaluación del Ministerio de Salud sobre los niveles de riesgo sanitario, que tomó en cuenta los contagios y la ocupación de camas en cada distrito.
En ese momento, las autoridades locales sabían que esas variables no ubicaban a la ciudad en un lugar auspicioso. Reclamaban el funcionamiento de las actividades económicas antes que el de las escuelas. Con el turismo y sus rubros clave en marcha, el momento de avanzar hacia el casillero educativo parece haber llegado. El viernes, el intendente se sacó una foto en un jardín municipal junto al secretario de Educación, Sebastián Puglisi, y mandó el mensaje de que trabaja para el comienzo de las clases presenciales. No hay dudas: es su manera de sentar postura y empezar a ejercer presión.